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¿Qué le regalarías a un libro por su cumpleaños?

 

Pues yo a un libro le regalaría gente para que lo pudieran leer: ojos, ratos libres y noches en vela. 

Lia Soler

LOS GURILIS, de Bruna Borras.

 

Me desperté tranquilamente de la hamaca, me había quedado dormida. Miré el cielo y había un rastro, como si alguien hubiera dibujado una línea con una tiza en una pizarra azul, era la estela de un avión que había pasado hacía unos… diez minutos. Había dejado una nube, parecía algodón de azúcar. Tenía una forma muy rara, era larga, pero a la vez ancha, sentía que si alargaba la mano la podría tocar. Pasé mucho rato mirando la nube, hasta que me volví a dormir observando como curiosamente se iba difuminando por el cielo.

¿Qué le regalarías a una estrella por su cumpleaños?

 

Le regalaría a una estrella, el deseo de ir de un lado a otro para ser siempre una estrella fugaz.

 

Irene Jiménez- Valladolid

¿Qué le regalarías a un anciano por su cumpleaños?


Yo le regalaría un instante, un instante para volver a su infancia,  y que la persona que mas quisiera le regalara un ataque de cosquillas.

Bruna Borràs

La masacre, de Liam López

 

Me gusta mirarlos fijamente y contemplar cómo cazan hormigas ahogándolas en ellos mismos. Cometen masacres. Son como leones cazando a su presa, bandidos atracando un banco o experimentados caballeros medievales luchando en una guerra. Organizan el crimen con alta precisión, se colocan en sus exactas posiciones, detectan a la presa y empiezan a matar. 

 

Estarás preguntándote porque no los has visto antes. La respuesta es que los has visto, pero como son algo tan insignificantemente pequeño ni los notas. Y es que a primera vista parecen simples marcas que dejan los vasos en la mesa cuando los levantas, pero en realidad son unos criminales asesinos con hambre de muerte llamados Gurilis.

Los gurilis, de Martina Arranz

 

Cuando mi madre me grita: -¡¡Martina no has recogido el baño!! Eso significa que me he dejado los gurilis en el suelo.

 

Os preguntareis que son los gurilis y que hacen en el suelo. Cada mañana, cuando me levanto, voy al baño para asearme. Antes de peinarme me aplico un producto para el pelo, ese producto deja en el suelo unas diminutas gotitas de líquido, eso son los gurilis. Recogerlos es como jugar al escondite, al ser tan diminutos se meten en cualquier rincón. Yo siempre los recojo con la fregona pero hoy no me daba tiempo. De repente, escuché  una voz muy aguda y tímida gritar: 

 

- ¡¡No me pises!!

 

Me agaché para para ver qué sucedía, el gurili me dijo que se llamaba Aguiton 114, me explicó que no los podía volver a recoger con la fregona porque al enredarse en los hilos muchos sufrían lesiones graves y otros se desintegraban, por eso se escondían en los huecos más ocultos y estrechos del baño. Yo me quedé muy confusa tras escucharlo, por eso decidí no recogerlos y esperar a que se marcharan. Mi madre me preguntó: -¿Ya has recogido el baño? 

Acto seguido le dije: -Si mamá no te preocupes, todo está en orden .

 

Me marché al colegio preocupada por los guirlis, pero  sabía que son astutos y que podrían escapar todos sanos y salvos.

LOS GURILIS, de Berta Domènech

 

- Miércoles, día de la fruta en la escuela, he traído una mandarina para comer. Agh, no me gustan nada las mandarinas. Pero hay algo que odio más que éstas, y es lo que llevan incrustadas dentro: los gurilis.

 

Los gurilis son esos hilos insoportables e innecesarios que llevan las mandarinas (entre otras frutas). Son muy molestos, porque en el comedor de la escuela de postre normalmente los cocineros de allí nos ponen fruta y cuando toca plátano, mandarina u otros tipos de fruta que tienen un gurili, no me doy cuenta y ¡PUF! Gurili comido. También me pasa en mi casa, cuando mi madre me dice que hay fruta para el postre, pongo mala cara porque no me gusta la fruta y tampoco los gurilis. No es tan fácil como parece, sacar un gurili, porque a veces no me doy cuenta de todo. A veces puede quedar un pequeño gurili que no veo. Así que si este gurili travieso viene tan solo a molestaros, sed muy curiosos y muy observadores, porque como dice mi refrán “gurili a punto de comer, problema a punto de suceder”.

Los gurilis de Joan Barrobés.

 

Algunos gurilis estaban en el suelo, y otros estaban en la papelera. Cada tarde los niños de la clase barrían a los gurilis pero siempre se quejaban como quejosos que eran. Siempre había un motivo u otro; que si el suelo estaba mojado, que si la papelera hacía mal olor… Los gurilis tienen una cabeza negra y un vestido marrón y amarillo. Tienen diferentes tamaños pero siempre tienen su característica forma cónica. Los gurilis normalmente son rugosos y no les gusta tener contacto entre ellos o sea que cuanto más se quejan es cuando la escoba los reagrupa. Gracias a que su dios Maquinilla los creó lo adoran en todo momento. Los gurilis se odian mucho y todos quieren ser los más largos, por esto, algunos gurilis a veces hasta se atreven a decirle a un niño: “Rompe por la mitad a todos mis compañeros”. Entonces el gurili desaparece y el niño se pellizca pensando que quizás, lo había soñado.

 Un mal reencuentro, de Jordi Canaleta


 

Hola mamá, gracias por venir. Ya sé que tienes prisa pero es una cosa importante. Sí, es aquella chica con la que jugaba en el parque de pequeño. No, no hemos jugado al pilla pilla, ¡Ya somos mayores mamá! El caso es que habíamos quedado en el mirador donde solíamos jugar. No, no se ha caído. ¡Mamá! A ver, por dónde iba… ah sí, me ha dicho que grite. No mamá, no está loca. ¿Puedes parar de interrumpirme, por favor?

 

No entendía porque tenía que gritar y entonces ella ha gritado: aaaahhh. No, mamá no se ha hecho daño. Y yo, para no quedar mal, también he gritado. Entonces ella ha vuelto a gritar: aaaahhh. ¡Mamá, ya te he dicho que no se ha hecho daño, ¡para ya! Entonces yo he vuelto a responder con otro grito un poco más fuerte que el de antes. Nos hemos reído y he chillado: tengo fríoooooo. Ella ha respondido con un: yo tambiéééén… Y así todo el rato…

 

Entonces nos hemos mirado y… Sí, se lo he soltado mamá. ¿No lo tendría que haber hecho? ¡Me lo tendrías que haber dicho antes! Ya no puedo hacer nada mamá. No tenía valor ni para mirarla a los ojos, ¿cómo iba a decirle algo más?. Ella ha chillado: aaaahhh, se ha ido y me he quedado solo. Ha sido un corte total. ¿Qué la llame? ¿Pero de qué serviría llamarla? Me siento mal, desde pequeños éramos muy amigos y no quiero romper la relación que teníamos entre nosotros. Si no lo arreglo no la volveré a ver. Quizás no tenía que habérselo dicho tan pronto, la he fastidiado… Sí mamá, gracias por escucharme, sé que siempre me ayudarás…

LOS GRITONES, de Aitana López

 

Mira Julia. ¿Te acuerdas cuando te expliqué que tenía un amigo de la universidad y te conté que hoy íbamos a ir al mirador abandonado? Ay, que pesada, que no me gusta, solo es un amigo, sigo. Pues allí he decidido jugar a un juego… Y dale otra vez, ahora te digo cuál. 

 

Pues era un juego de gritar, hemos empezado a gritar y él me ha dicho que tenía frío y yo le he dicho que también tenía y después… ¡No, no me ha dado su chaqueta! Y después de jugar a pregunta y respuesta, me ha dicho que me quería… Ahora te digo que le he contestado, no me interrumpas. Y cuando he querido contestar que solamente lo quería como un amigo... qué he sentido que todo un peso caía sobre mí. Entonces lo que me ha salido ha sido gritar. No, no he gritado nada especial, solamente he chillado.

 

Ver sum cara de tristeza me ha roto el corazón,  creo que debería hablar con Fran. Sí, tienes razón. Voy a hablar con él, gracias por todo hasta la próxima Julia… si, te iré informando. Adiós.

Los gritones, de Joan Barrobés.

 

 

Hola, tía. Gracias por llamarme en cuanto has podido. Pues te quería decir que… ¿Cómo qué ahora no puedes hablar? ¿Qué te han llamado de tu compañía de gas y has llamado para avisarme de que no nos podemos ver dentro de una hora? Entonces, ¿qué te parece que quedemos dentro de una hora y cuarto en la cafetería de al lado del parque? ¿Bien? Pues perf…¿Hola? ¡¡Eeeh!! ¿¡¿Hola?!? Pero…¿Pero qué le ha pasado a este estúpido teléfono? ¡Pufff! Por lo menos ya hemos quedado.

 

Aah. Llegas tarde, tía. He dicho una hora y cuarto, no una hora y media. Venga, sentémonos en esta misma mesa. Total, que te quería decir que…¿Sí, señor? Eeeh… Sí, tomaremos un café cortado y un té verde, por favor. Bueno, como te decía, estábamos Fran  y yo en…¿Cómo que no sabes quien es Fran? Pues el del insti, el que va a la otra clase. ¿Ahora ya sabes quien es? Total, que estábamos en el mirador de la estación abandonada del tren y yo le he dicho que grite y he empezado a gritar aaaah!! Hemos estado gritando un rato de cosas sin importancia, pero al final me ha dicho que me quería. Aún no me lo puedo creer. Yo no he sabido reaccionar y he vuelto a gritar aaaah y me he ido corriendo. Claro, el no sabe que a mí me gustan las chicas! ¿Tú qué crees que debería hacer? ¿Llamarlo? Puede que sea buena idea. Muchas gracias.

 

Hola, Fran. ¡¡Lo siento por como he actuado!! Es que tienes que saber que a mí me gustan más las chicas. Me gustaría que pudiésemos volver a ser amigos como antes. ¿Sí? ¡Me alegro muchísimo! Muchas gracias. ¡Adiós!

¡Ay, abuela!, de Berta Domènech

 

Hola abuela, gracias por venir, estaba muy ansiosa por hablar contigo. Te tengo que contar algo. He pensado que podía hablar contigo ya que eres una persona muy especial para mi y sé que me entenderás. No, abuela no estoy embarazada, ¿qué dices?. Bueno, ¿quieres que te lo cuente o no? Está bien, pues estaba con Fran en un mirador abandonado y estábamos jugando a un juego… No  abuela, no estábamos besándonos. 

 

¿Puedo continuar? Vale, pues estábamos jugando a un juego porque yo había visto que Fran estaba un poco callado, él es muy tímido y no habla nunca. Abuela no jugábamos al pilla pilla, eso es para niños pequeños, ¡Tengo 19 años! Bueno, pues le dije que gritara, para así desahogarse. La verdad es que fue una de mis ideas descerebradas. Y empezamos a gritar fuerte. No estábamos peleando abuela, solo era un juego.

 

Era un juego de gritar alguna estupidez y el otro tendría que responder: yo también, tú más, o alguna cosa por el estilo. No abuela, no le dije que le quería, en realidad fue al revés, él fue el que se declaró. No me lo esperaba para nada porque Fran y yo somos amigos desde hace muchísimo tiempo. ¿Cómo seguiría nuestra amistad después de esto?

¿Qué hice? Pues grité “Aaahh”, no sabia que hacer y no quería herir sus sentimientos. Yo le quiero abuela, pero no de la misma forma que él a mi. 

 

Me quedé avergonzada durante un rato. Después de medio minuto de un silencio incómodo, me fui. Me quedé un tiempo pensando. Por eso te llamé: para poder hablar y decir qué piensas sobre esto.

 

¿Qué crees que debería hacer abuela? Si, tienes razón. Tengo que hablar con él. Pero… ¿Cómo? Ahora todo será muy raro entre nosotros. Si, es verdad abuela, debería enviarle un mensaje para vernos y hablar. Fran es mi amigo, No me esperaba que le pudiera gustar a Fran, somos amigos desde que teníamos 15 años. Lo entiendes, ¿verdad abuela? ¡Gracias por entenderme abuela, te quiero mucho! ¿Y qué crees que le debería decir? No se como debo empezar una conversación con él. Es verdad, debería decirle lo que siento, no puedo mentirle. Espero que sigamos siendo amigos después de esto, ¿verdad abuela? Si, tienes razón, seré sincera con él. ¡Gracias abuela! Eres la mejor. 

Un grito sin respuesta, de Noa Arnau

 

 

Oliver, gracias por haber venido tan rápido. Como te decía en el mensaje, hace un rato estaba con Ruth en el mirador abandonado. Me ha llamado Ruth para enseñarme su sitio favorito del que tanto me había hablado: ya sabes cual , porque creo que se lo he explicado a todos mis amigos como mil veces, sí, ese al que va cuando está enfadada, nerviosa, triste, o cuando quiere sentirse sola para pensar en sus cosas.

 

Tienes que aprovechar esta oportunidad, me he dicho a mí mismo. Pero, a la vez, sentía que las piernas me temblaban, la cabeza no me paraba de dar vueltas y me mordía el labio de arriba como me has visto hacer desde que somos amigos, siempre que estoy preocupado o nervioso.

 

Un rato después la tenía a mi lado, te juro que estaba guapísima: llevaba su bufanda de la suerte, esa de rallas de colores  que destaca todavía más sobre su abrigo negro y sus ojos negros. 

 

Cuando la he oído decirme ¡Grita!, no me salía ni una palabra, porque estaba bloqueado por el miedo a que me rechazara. Mi primer grito reflejaba mi timidez, pero poco a poco me he ido soltando y cogiéndole el gusto. Su risa me ha dado la seguridad que necesitaba para decirle lo que siento. Los segundos que se ha quedado en silencio me han parecido una eternidad. De repente, he visto su mirada y sabía que algo no iba bien. No me mires así, para mi ha sido como si el mundo se paralizara. 

 

No me digas que la olvidaré, Oliver. Hace ya más de 4 años que nos conocimos trabajando en la biblioteca y sabes que desde el primer día que la vi, no me la he podido quitar de la cabeza. Ahora que caigo, no le he preguntado el porqué. Si no lo hago, nunca lo sabré y seguro que no la olvidaré. ¿No crees? 

Ay, Yayo, de Lia Soler.

Oye yayo, gracias por coger el teléfono, me ha pasado una cosa muy fuerte que te tengo que contar. Verás, sabes ese chico que te dije que éramos muy amigos. Pues… Lo he llevado al mirador abandonado. ¡Sí a aquel que íbamos tú y yo cuando era pequeñita! Como decía, le he dicho que gritase y… se me ha declarado. Solo era un juego, nos lo estábamos pasando muy bien, nos llamamos locos entre nosotros, que teníamos frío y todo acabó con un ‘’te quiero’’. No sabía que añadir y tartamudeando grité: ¡Aahhhhh! 

 

Me siento mal por haberle respondido eso. ¡Sí, yayo solamente somos amigos, no me gusta! Como iba diciendo, le voy a enviar un mensaje, supongo que estará muy enfadado, pero tampoco era el momento para soltarlo. Él ha reaccionado yéndose a su casa y yo me he quedado contemplando el paisaje. Para mí empezó siendo un juego y para él acabó siendo el momento perfecto para decir lo que sentía por mí.

 

¡Yayo, se corta después te llamo!

 

¡Te quiero!

Los gritones, de Maya Adib.

 

 

Déjame quitarme la chaqueta y la bufanda… Espera, te lo cuento en el salón. ¿Está mamá en casa?... Mejor, así no nos molestará… Júrame que no le contarás nada, porque no me dejará en paz… No papá, si se lo vas a contar a mamá no te lo explico… No, tienes que jurarlo… Vale, vale ya empiezo…

 

Pues mira, hace un rato, cuando estaba con Ruth en el mirador ese de Badalona… Sí, con Ruth, esa chica del instituto… Desde cuando íbamos a la escuela, pero hace unos meses nos hicimos amigos… No, no, papá, es muy amable y cariñosa, pero déjame seguir. Ella me ha dicho que gritase y hemos estado así un rato hasta que… Pues mira, papá, he soltado la bomba. Le he dicho que la quería. ¿Qué pasa, papá, por qué me miras así? ¡Jolines, papá que soy nuevo en esto! ¿Cómo querías que yo supiese que no se hace así?... ¡Bueno, bueno déjame acabar! Pues se lo he dicho y se ha quedado callada. Nos hemos sumido en un silencio incómodo. ¡Entonces ella ha gritado! De todas las cosas que habría podido hacer, ¡ha gritado! Y luego se ha ido corriendo. Ay papá, es que me siento mal. No se que puedo hacer… Dudo mucho que ella vuelva a querer ser amiga mía. No sé, ¿debería intentar hablar con ella? Es que para mí solo está Ruth, las otras son diferentes… ¡Que no, papá, NO LE VOY A PEDIR CONSEJO A MAMÁ y tú tampoco, que me lo has prometido! Esperaba que pudieses ayudarme a decidir qué hacer, pero si no puedes ya tomaré una decisión. Además, Ruth se lo contará a todos y  me avergonzará… Ojalá no lo hiciera…

 

¡Se acabó! Mañana hablaré con ella para que el lunes no lo cuente a todo el mundo… Supongo que le pediré perdón y que volvamos a ser amigos. Bueno, gracias por escucharme, papá y recuerda ¡No se la cuentes a mamá!

Solo amigos, de Irene Jiménez- Valladolid

Hola Tamara, hace un momento me ha pasado algo increíble, no puedo esperar ¿podemos quedar a tomar un café en mi casa ? 
 

He pasado la tarde con mi amigo Fran, el chico del colegio, con el que solíamos jugar, ¿te acuerdas? Estábamos en un mirador abandonado y le he dicho que gritara. Entonces va y me dice que me quiere. Yo me he puesto tan nerviosa que en vez de decirle que yo también le quería he gritado, después ha habido un momento de silencio incómodo y se ha ido. Estoy intentando llamarle pero no me contesta, creo que tengo que hablar con él y decirle que lo quiero mucho, porque es mi mejor amigo, pero no quiero perder la amistad con él y además, teníamos un viaje programado… Sí, Tamara, nos teníamos que ir a Polonia a ver las Minas de Sal de Wieliczka, las más antiguas de todo el mundo, porque a los dos nos gusta ir a ver rocas de sal antiguas. 

 

Espero que entienda mi decisión de solo ser amigos y todo vuelva a ser como antes de decirme que me quería.

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