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LOS GURILIS

 

La historia que vamos a crear es un texto descriptivo con un nombre muy raro. Lo primero que hay que hacer es inventar qué es para vosotros un gurili, algo que existe pero que no tiene nombre. Debéis observar bien a vuestro alrededor, seguro que encontraréis miles de objetos a los que nadie les puso un nombre todavía. Una vez los hayáis encontrado, el siguiente paso es contarnos como son, qué hacen, a qué se dedican o porqué os gustan tanto. Les podéis dar características de persona, pueden tener sentimientos, incluso seguro que nos podéis contar aquello que les hace enfadar...

Siempre insistiré en una cosa: debéis ser creativos, no siempre sirve la primera idea, hay que dedicarle un tiempo a pensar, luego hacéis varios borradores y finalmente llegará el texto definitivo que vais a entregar.

No tiene que ser un texto demasiado largo, un máximo de diez líneas (a ordenador) será suficiente para empezar.

 

 

 

LOS GURILIS, de Marina Tutusaus

 

Observando la lluvia desde mi habitación, vi algo extraordinario. Eran gotas de agua que se iban enganchando a las ventanas de los edificios. Veía también, cómo se reían al ver las extrañas cosas que hacíamos los humanos.

 

Entre aquellos gurilis había taaantos tipos. Unos eran gordos, grandes, resistentes y secos, en cambio otros eran flacos, pequeñitos, frágiles y mojados. Eso sí, todos eran curiosos y extrovertidos.

 

Estos seres no son para nada insignificantes, porqué supongo que alguna vez vuestra madre os habrá dicho:

 

             - ¡Me lo ha contado un pajarito!

 

¡Mentira! Han sido los gurilis, que són muy cotillas y son unos chivatos.

Los gurilis, de Bruna Calabuig.

 

Un día cuando me estaba peinando tranquilamente, escuché una voz: 

 

- Por favor, ¿puedes parar de peinarte? ¡Me haces daño! - dijo una bolita, de una púa, de mi peine, medio enfadada.

 

Yo, impresionada paré. A continuación me explicó que se llamaba Gurili-1.472 y que vivía  en lo que para nosotros era un simple cepillo.

 

Allí, vivían muchos gurilis, unos más grandes, otros más pequeños, algunos más fuertes otros mas débiles. En aquella ciudad había seres de todo tipo. 

 

Los de mayor tamaño estaban colocados en los extremos para defender y vigilar si algún día entraba un piojo en la ciudad. Los bebés, iban acompañados siempre de su madre o de un adulto. 

 

Cuando había un enredo de gravedad se encendía una alarma que solo podían escuchar y ver los gurilis. Se ponían rojos fosforescentes y duros cómo una piedra para resistir el ataque del nudo. Si había algún herido, los médicos, ayudaban siempre que podían, pero a veces no llegaban a tiempo.

 

Habitualmente, en la ciudad de Gurilandia, había muchos y muchos pelos rubios y rizados enredados. Solo que a veces la niña propietaria del cepillo le daba por limpiarlo. En está operación muchos gurilis perdían cruelmente la vida.

 

Así es el mundo de los gurilis: divertido y genial. 

 

 

Los gurilis, de Martí Ventura. 

 

Mis gurilis son de madera, finitos como las hojas de papel y con ellos se pueden hacer miles de objetos. Como por ejemplo, mis favoritos, los dragones. Son varios gurilis unidos, tienen la parte de madera mas bonita hacia arriba. Siempre salen si le haces punta a los lápices. Son ondulados por los lados con olas de colores, también redondos como donuts.

 

Son chafarderos y divertidos porque les gusta jugar mucho al escondite. Se esconden entre las carpetas, entre las hojas de la libreta, en el estuche, perdidos por el cajón, en las grietas del suelo. Pero sobre todo alrededor de la papelera. Se han inventado una forma de planear para no caer en la papelera, para ellos es asquerosa y oscura.

Los gurilis, de Marc Jordi. 

 

Sus padres son material escolar, nacidos en una fábrica: la madre lápiz y el padre sacapuntas.

 

Los gurilis son pequeños, redondos y ligeros como una pluma o como las hojas de los árboles al caer. Cuando se crean, salen delicadamente del sacapuntas describiendo círculos en el aire. Su vida es muy corta, sólo viven cinco segundos, pero si el alumno es muy perezoso y hace punta encima de la mesa, los gurilis pueden llegar a vivir un par de días, antes de ser tirados a la basura.

 

Toda su vida son niños y les encanta jugar, pero odian ser abandonados en el suelo y ser barridos por la escoba o soplados por una ráfega de viento.

Los gurilis, de Lucía Calvo. 

 

Mientras forraba mi carpeta nueva me he encontrado con unos nuevos seres, los gurilis. Os preguntaréis que son los gurilis. Son esas burbujas de aire que se forman mientras vas estirando y pegando el forro. 

 

Pueden ser grandes, pequeñas, anchas o estrechas; hay dos clases: los generosos, que a base de apretar tienen compasión y desaparecen, y los pícaros que aunque los aplastes y los aplastes con el dedo, se vuelven a formar o se convierten en arrugas para siempre.

 

A mí, personalmente, no me caen bien, pero siempre me acompañan dentro de mi mochila, en el colegio y en casa.

 

Así que, si inventan alguna cosa para no tener que soportarlos seré la primera en tenerlo, aunque no creo que puedan llegar a extinguir la especie de los gurilis, son inmortales.

Mis gurilis, de Clara Torrecilla.

 

A la gente le puede parecer que mi gurili no es nada importante, pero para mi si que lo es.

Nació de un ovillo de lana para convertirse en parte de un calcetín, gorro o guantes. Es divertido y juguetón porque me hace cosquillas en las piernas. A veces lo confundo con una mosca que me corretea por la piel. No todo el mundo sabe que mi gurili está ahí, cuando se lo encuentran en un calcetín, ellos sólo ven un hilo que no sirve para nada. Pero mi gurili sabe que él es uno más en este mundo, porque después de oír comentarios desagradables sobre su aspecto de viejo y roto, no se lo toma a mal, sino que mira el lado positivo de existir y estar entre nosotros.

Como todos tiene un enemigo, ese enemigo es mi madre. Cuando se acerca con las tijeras y su sonrisa maléfica pensando que de ésta no escapa, mi gurili aterrado en el pantalón, mirando la forma de esconderse en el pantalón, abrazado a si mismo, intenta esconderse de ella, pero cuando menos se lo espera zzzzip, adiós a mi gurili. Después de todo esto, hay uno menos de mis gurilis en este mundo.

 

NANDO ENRIQUEZ

 

Todo empezó un día caluroso después del patio. Cuando entré en la clase me quedé muy sorprendido. ¡Tenía la mesa llena de gurilis! Unos diminutos espirales de colores, tamaños y texturas diferentes que no tienen ninguna utilidad Cuando fui a recogerlos noté que se rompían entre mis manos, entonces comprendí que la vida de un gurili era muy corta. Nacen cuando sus padres, el lápiz y el sacapuntas se unen y giran el uno sobre el otro. Mueren cuándo se tiran a la basura. Aunque parezca extraño una niña me pidió que se los diera para hacerse unos pendientes. Y cuándo iba a cogerlos abrieron la ventana y entró una fuerte ráfaga de viento que se llevó los pocos gurilis que quedaban sobre mi mesa.

Txell Miserachs

 

Los Gurilis

 

Ayer, por desgracia, se murieron dos gurilis en mi casa. Ellos estaban ahí, tan tranquilos, cuando va mi hermana, entra en la cocina y se come dos donuts.

 

Los gurilis nacen cuando se hacen los donuts Son el agujero que hay allí en medio. Ellos hacen un largo viaje para llegar a las casas.

 

Cuando mi madre va al supermercado, escondo en mi mochila los donuts que ha comprado. Cuando ella los busca, le digo que ya me los he comido todos!

 

Un día, cuando salí del metro y me fuí hacia el colegio, caminé por un paseo lleno de árboles. Entonces, tuve una idea. Saqué los gurilis de mi bolsa y los puse entre las hojas de los árboles.

Pero una vez, mi madre me tuvo que acompañar con el coche al colegio porque el metro había sufrido una avería. Así que no pude esconder a los gurilis en el sitio habitual.

Como me daba mucha pena comérmelos durante el recreo, decidí dejarlos en la mochila… La profesora me preguntó porque no me comía el desayuno y yo mentí diciendo que no tenía hambre. ¿Qué mal lo pase todo el día con mis gurilis encerrados en uno de los bolsillos de mi mochila!

 

¿Sabéis por qué escondo mis gurilis en los árboles? Pues porque creo que dejándolos allí, entre hojas y ramas, nacerán más gurilis.

 

Algún día habrá un sitio en el que mis gurilis puedan vivir felices y tranquilos durante mucho tiempo.

Berta Valera. 

Mi gurili es tan pequeño que cabe en una uña. Puede ser de diferentes tamaños y colores. Él nace en una fábrica. Bueno, es su madre la que nace en una fá-brica. Él nace en los colegios. Pero él es especial. ¿Sabéis porque? Pues porque él nace, como pocas cosas, en los errores. Cuando un niño comete un error que tiene que esconder, aparece la madre de mi querido gurili, la señora goma, y de la goma, nace el gurili llevándose con él al error que ha cometido. Por desgracia, mi gurili tiene pocos segundos de gloria porque cuando ya ha cumplido su deber, suele terminar en el suelo.

Pero yo pienso, ¿qué harían los alumnos de las escuelas sin mi gurili? Pues tendrían un problema porque los colegios se gastarían mucho de dinero en papel, pues cada vez que un niño o niña se equivocara tendría que coger un papel nuevo y se gastarían muy rápido. Así que, que aunque mi gurili sea pequeño, de goma sucia, un poco testarudo a la hora salir del papel y que la mayoría de gente le desprecie, es un héroe.

Los Gurilis, de Pol Celaya. 

 

Papá me llevó a cenar a un restaurante antiguo. Desde fuera parecía un restaurante normal y corriente. Pero dentro de él aguardaba un aspecto alucinante. La mesa estaba situada en la parte superior del restaurante. Después que uno de los camareros nos tomara nota, mientras esperábamos la comida, vi una diana para dardos y como no tenía nada mejor que hacer, me dispuse a tirar

 

Al principio empecé con mal pie, la gran mayoría las fallaba y si por casualidad le daba era de pocos puntos. Después de haber lanzado bastantes veces, me fijé en los agujeros que habían dejado los dardos. Estuve mirándolos un buen rato. Me preguntaba qué eran esas cosas. Algunas estaban desfiguradas, eso me llamó la atención, aunque otras eran como una mancha oscura, en medio de un mar rojo tomate. Pero unas de las que más me impresionaron, no eran como las demás. Formaban un agujero matemáticamente perfecto y parecía que no tuvieran fin.


De repente entre pensamientos, se me ocurrió que sí los había descubierto yo tenía que ponerles un nombre. En seguida se me ocurrió la forma perfecta de llamarles, un tanto difícil, eso sí. Combiné las letras del nombre del restaurante, en el que estábamos, Silirugs, y me salieron nombres muy extraños como Irilgus o también Ulirigs. I entonces se me ocurrio el nombre perfecto, les llamaría Gurilis.

Los gurilis, de Marc Esteve. 

 

Aunque os parezcan insignificantes, los gurilis son unos seres increíbles. A lo largo y ancho de su vida, viajan cientos y miles de kilómetros arrastrados por fuertes vendavales.

 

Los hay de muchos tipos, desde bolsas de plástico, hasta globos, y muchos más en medio. Pero los verdaderos gurilis, son aquellos que surcan los aires durante horas y horas, o incluso dias y dias sin parar, hasta llegar a su destino.

 

En el camino, pueden sobrevolar grandes ciudades, vastos campos, o extensos bosques, y aterrizar en gigantescas montañas.

 

Aunque no todo es así de divertido, pues algún que otro gurili acaba en el basurero. Sin embargo, ellos mismos piensan que ha merecido la pena, por haber disfrutado tanto en el camino.

 

Los gurilis, de Noa Riera.

 

Todo empezó una mañana de domingo, me levanté de la cama a las 11:30. Me puse las zapatillas de estar por casa y me fui al comedor. Me preparé los cereales que desayuno siempre, mientras la leche se calentaba. Poco después me puse el colacao y empecé a hacer las burbujitas con la cañita, entonces vi unas pequeñas manchas de chocolate que me parecían diferentes. Y dije: ¿estáis allí gurilis?

De repente se empezaron a mover diminutos trocitos de cacao que tenían tamaños y texturas peculiares.

Me hizo gracia ver los moviéndose por la mesa y correteando. Me impresionó como hablaban entre ellos, esas voces que susurraban eran tan dulces y sensibles. Poco después pensé que conviven con otras personitas, bueno más bien cereales y que encima se odian entre ellos porque han de estar cuerpo a cuerpo, es decir las virutas dentro del cereal. Seguro que desean bajar directamente al bol para ya no tener que estar conviviendo con sus terribles enemigos los cereales.

Luego comprendí que su vida era muy corta, porque la gente que comprara cereales con virutas de cacao se acabaría comiendo unos sabrosos seres vivos llamados gurilis.

 

 LOS GURILIS (Joel Sussler)

 

Seguramente que muchas personas habrán escuchado el nombre de gurilis en algún momento, pero quizás no saben qué son exactamente. Yo os quiero hablar de ellos. Cuando un gato se lame el pelo para limpiarse, traga un montón de ese pelo que no pude digerir y le acaba formando una bola en el estómago. Cuando el gato escupe esta bola,  todos pensamos - ¡ qué asco!-, pero en verdad da vida a un nuevo gurili.

Después de viajar del estómago del felino al suelo, tiramos las bolas de pelo a la basura y de allí viajan hasta el vertedero. En ese sitio, es donde  justamente empieza su vida. Se cubren con toda la suciedad y porquería que pueden para hacerse más fuertes y resistentes. Así es más fácil para ellos viajar por todo el mundo buscando un sitio para vivir. Siempre van detrás de las personas para ver si pueden colarse dentro de sus cálidas casas. Por eso no os extrañéis si veis un gurili rondando vuestras puertas.

Los gurilis  tienen diferentes humores según su progenitor, por ejemplo, las bolas que escupen los gatos callejeros, son antipáticas y muy feroces. Las de los gatos de mansiones ricas, son muy finas y creídas, igual piensan que son de seda. Y las bolas que escupen  los gatos de pisos de ciudad, son muy vagas y no hacen nada durante todo el dia.

No todas los gurilis tienen el mismo tamaño. Sin duda, las más grandes son los nacidos en verano, que es la época en que los gatos pierden más pelo. Sin embargo las nacidos en invierno suelen tener problemillas de crecimiento.

Aunque sean callejeros, domésticos, de invierno o de verano, no es recomendable

adoptarlos como mascotas.

Los pobres gurilis, cuando se cuelan en las casas miran de esconderse debajo las alfombras, los sofás, las camas, etc, porque sobretodo tienen miedo a las escobas y los aspiradores. Si veis más de uno, todos contentos, dando vueltas por vuestro salón, quiere decir que hace tiempo que falta una limpieza.

Además de morir con la tortura de la escoba que los tritura, el aspirador que los deshace o la fregona que los ahoga, a menudo mueren por los pisotones de las personas; aunque resulta un poco asqueroso llevarlos pegado en la suela del zapato me imagino que se pueden pisar cosas mucho peores como...

LOS GURILIS (Ivet Rodríguez).

Hoy os voy a hablar sobre los gurilis. Muchos de vosotros os estaréis preguntando qué son: pues los gurilis son los pequeños polvos que caen al escribir con la tiza o al borrar con el borrador. Los gurilis pueden ser de varios colores, unos más oscuros y otros más coloridos, eso depende de  si están más alegres o más deprimidos.

A veces, los gurilis son arrastrados con el borrador y caen en el suelo o encima de algo o de alguien (quien sabe).

Pero eso no es lo más terrible que les puede pasar ya que de vez en cuando se quedan atrapados dentro de los borradores y eso es mucho peor porqué se quedan dentro de sus tripas grises, oscuras y tenebrosas.

Hay otros gurilis con mucha más  suerte, esos son los que caen al escribir con la tiza, normalmente caen en el suelo y reciben un pequeño golpe en la cabeza.

En algunas ocasiones hay gurilis que tienen que abandonar a su familia del mismo color pero es lo más seguro para ellos. Después deben que recorrer un largo camino para poder escapar y algunos de los que han abandonado a sus familias recuerdan cuando estaban todos unidos en un simple pedazo de tiza.  

Hay veces sin embargo, que algunos consiguen escapar de las tripas del monstruoso borrador y se reúnen con sus familiares en un lugar magnífico y diminuto para nosotros pero que para ellos es gigantesco y brillante. Se trata de un lugar secreto donde nunca nadie los ha encontrado...

LOS GURILIS (Jana Ginés)

 

Todo empezó por la noche, cuando unos amigos me invitaron a cenar. Eran las diez y nos habíamos pedido un vino blanco para brindar. En el momento en que deje la copa después de beber, lo vi ahí, en la copa; era muy raro, pero era un gurili, un gurili rojo. Miré las otras copas, Pablo no lo tenia pero Anna sí, el suyo era de color rosa.

Nuestros gurilis tienían formas abstractas pero divertidas. Se marcaban las pequeñas arrugas de los labios.

Mis gurilis nacen cuando una persona con los labios pintados bebe en una copa o vaso, y mueren cuando entran en el lavavajillas.

Encontrarse un gurili de este tipo, no gusta. Porque quiere decir que no han lavado bien la copa.

Hay cinco grandes tipos de gurilis: los alegres, los miedosos, los malotes, los tristes y los que todo les da asco. Los alegres se ven mucho, son de colores chillones y vivos, por ejemplo: amarillo, rojo… Siempre están contentos y jamás se separan. Todos están con una grande sonrisa. Los miedosos casi no se ven en el vaso o la copa, normalmente son de colores apagados como el violeta, muchas veces intentan desaparecer, estos todo lo ven, tienen los ojos muy grandes y van mirándolo todo.

Los malotes siempre son negros o grises, normalmente los ves haciendo gamberradas. Muchas veces cambian de colores, y en canvio de ser de colores oscuros, son chillones o claros, después vuelve a su color original. Los tristes siempre tienen lágrimas por todo el cuerpo y tienen tonos azulados, son muy negativos.

Si los intentas limpiar con la mano, los esparces, y cuando los pones en el lavavajillas es imposible quitarlos.

Los gurilis, de Ian Pereira.

 

Hay gurilis de muchas formas, sabores y texturas.

 

Por la mañana, cuando mi madre me llama para desayunar,yo voy corriendo hacia la cocina, cojo el zumo y las galletas y me las como todas. Cuando termino, normalmente la mesa está repleta de gurilis. Por mucho cuidado que tenga, la mesa vuelve a estar llena de gurilis.

 

Y  siempre, mi made, me recuerda que debo recojerlos.

 

A mi me gusta ponerlos dentro del zumo y luego me bebo el mejunge entero. Hay quien se los come con los dedos, otros con la lengua, y por último hay quien les pasa un paño y no los aprovechan para nada, normalmente los adultos.

 

Hay guilis muy dulces, otros más salados, unos con chocolate otros con mermelada, los hay ásperos, suaves, y rugosos. Pero, de todas formas, la mayoría están buenísimos 

 

Los gurilis, de Jana Valera.

 

Mi gurili nace cuando un objeto frágil necesita compañía para su largo viaje, hasta su nuevo hogar. Es redondo y blandito, pero a la vez fuerte y valiente. Es de plástico pero esto no quiere decir que sea inútil e insignificante, de hecho es muy importante para nuestras vidas.

 

 

A muchas personas les parecerá que vive muy cómodamente, pero esto no es cierto. Vive aplastado y se pasa el día luchando para tener, aunque sea un milímetro más para vivir mejor. Como a todos, a mi gurili le llega el final de la vida.

 

 

Cuando mi gurili llega a su nuevo hogar sintiéndose como un héroe, aparece su mayor terror: ¡El niño de la casa! Se va acercando lentamente con los cordones desatados, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, dibujado un moco colgante y encima un flequillo largo y rubio. Entonces: ¡puuuuf! Uno de mis pequeños e indefensos gurilis explota. Lentamente se va desinflando y cada vez va sufriendo más.


Y aunque mi gurili ha explotado al final de su misión, el jarrón acaba sano y salvo.

Los gurilis, de Gerard Franch.

 

Todo comenzó en mi cumpleaños, cuando me regalaron unos auriculares. Cuando me los puse intenté escuchar música, pero solo escuchaba frases que decían: “somos los gurilis, unos filtros a los que nadie escucha y si lo hicierais aprenderíais mucho de nosotros”.

 

Yo, asustado, me quité los cascos de golpe, pero como soy muy curioso decidí escuchar a esos seres. 

 

Hay muchos tipos de gurilis. A algunos les gusta la música clásica: éstos son muy refinados y suelen estar en las casas de la gente rica o de los abuelos. Otros prefieren la música rock pero a mi gurili preferido le gusta la música pop, por eso está en la clase de Marinada. Adora a los pájaros por el simple hecho de que pueden viajar a los lugares donde él siempre ha soñado ir.

 

La primera vez que vio uno fue en relajación, cuando una gaviota entro por la ventana, le pareció tan hermoso ese ser que se enamoró al instante.

 

Y así es como conocí a esos seres divertidos, soñadores y muy especiales.

Los gurilis, de Noa Belmonte. 

 

Ayer estaba en clase de estructuras y se me rompió la punta del lápiz. Al intentar meterlo en el sacapuntas, noté como si se quisiera escapar. Me fijé más y vi que en la papelera había seres vivos, flores de madera fina con la cara triste y la moral baja. Parecía que llevaran vestidos hasta los pies, y tenían la cabeza en forma de cono. 

 

Todos eran marrones con algunas rayas de colores vivos que los diferenciaban entre sí. Cuando los vi allí, solos y tristes, no pude dejarlos y me los llevé a casa por la tarde. Me imaginé que si estaban tristes era por estar en la papelera y por eso me los llevé.

 

Al llegar decidí no enseñárselos a mis padres y me fui a mi habitación a jugar con ellos. Jugamos al escondite, leímos cuentos y descubrí que dejaban rastros de polvito con los que se podía dibujar. De repente entró mi padre y me quedé quieta, pensaba que se enfadaría pero se puso muy contento, y me dijo: “¿Tienes gurilis?, yo de pequeño también tenía.” 

 

Me empezó a decir, que si los gurilis saben bailar, que si los gurilis pueden hacer dibujos que parecen reales... Pero lo primero que hice fue preguntarle de donde había sacado ese nombre, y nos pasamos toda la noche hablando de nuestros nuevos amigos, los gurilis.

Los gurilis, de Jordi Martí.

 

Era un sofocante día de agosto. Las tuberías hacían un sonido extraño, mi madre me dijo que les diera un vistazo. Cuando bajé, le conté que se habían roto los...

 

Me pasé unos minutos pensando cómo se llamaban aquellas pequeñas criaturas. Cinco minutos después, cuando mi madre estaba a punto de desesperarse, le dije que los gurilis se habían desenganchado por culpa del calor. Mi madre me preguntó qué eran los gurilis y yo le dije que eran aquellas pequeñas criaturas que aguantan las tuberías. Le dije que para arreglarlo había que quitar el polvo de los gurilis porque aumenta su resistencia. 

 

La función de los gurilis es agujerear las paredes. Los gurilis son de muchos colores, los blancos indican que las tuberías son de última generación. Los grises son muy viejos incluso a algunos les sale barba. Su longevidad cambia dependiendo de la casa qué estén, si están en una casa muy rica viven entre ocho y diez años y si están en una casa un poco más pobre pueden vivir más de veinte años.

 

Como podéis observar los gurilis están en muchos sitios de la casa. Así que si véis un gurili no lo rompáis quizás lo necesitaréis algún día.

Oscar Gomis

 

Todo empezó cuando con el colegio fuimos de excursión al Marenostrum, el súper ordenador de Barcelona. Todos estaban mirando esos cacharros grandes y abstractos, yo en cambio me fijaba en un pequeño detalle. Sí, eran mis gurilis…

 

Me puse a pensar “agujeros de ventilación de ordenadores u otra maquinaria para poder enfriar y evitar que se sobrecalienten y finalmente exploten” es un nombre muy largo. Entonces se me ocurrió “gurilis“.

 

Yo no paraba de mirarlos, mis amigos me preguntaban qué hacía y yo disimulaba porque me imaginaba lo que pensarían de mí. Lo que me encantaba de ellos era que son pequeños o grandes, cuadrados o redondos, están escondidos o a la vista, por arriba o por abajo, por la derecha o por la izquierda… Y aunque no lo parezca , son muy importantes, imaginad que vuestro ordenador se calentara, se calentara y se calentara, hasta explotar. Su vida debe de ser trepidante, salvando máquinas sin ton ni son, son unos bomberos profesionales, su trabajo es dejar salir el aire caliente y dejar que entre el frío para refrigerar la maquinaria, para eso les ayuda el ventilador enfriador. Son muy inteligentes y encima se camuflan, su cuerpo es más grande de lo que nosotros vemos pero claro, como he dicho antes, siguen siendo de mil y una formas diferentes y algunos no sacan aire caliente o no cogen el frío y han de trabajar en equipo.

 

Cuando llegamos a clase nos hicieron preguntas sobre la excursión y yo saqué un cero. Seguía pensando que era injusto y que lo más importante eran los GURILIS.

Natalia Martín

 

Era mediados de junio, yo estaba acabando un dossier y cuando iba a agujerearlo, se me cayó la maquina de perforar y pequeñas cosas redondas salieron de ella. Eran como criaturitas redondas de papel que iban saliendo cada vez más y más de aquella máquina.

La situación no podía estar peor, entonces pararon de salir aquellos diminutos circulitos, me paré a respirar y me fijé en el suelo ya no era aburrido sino lleno de de topos de colores. Todos los colores que existen estaban allí, en el suelo de la clase.

Cuando fui a contarle mi error a la profesora, me paré a media frase porque no sabía como nombrar a esas criaturas, entonces dije: ¡GURILIS! Cuando dije ese curioso nombre,la profesora me puso cara de ¿qué me estas contando? Y como no entendía nada, se levantó para comprobar, por ella misma, el lío que había montado.

En cuanto vio todo eso, me pegó un grito diciendo que recogiera todo el estropicio que había montado. Estaba a punto de tirar a la basura todos los miles y miles de gurilis y pensé que todo mi descubrimiento no podía acabar en la papelera. Así que lo guardé. En casa hice un mural con todos mis gurilis y lo colgué en mi habitación

Juana Sánchez

 

Son esos hilitos que salen cuando se descose algo o se corta una tela. En ese momento, todos los Gurilis van saliendo poco a poco. Normalmente son muy finos y depende de donde salgan, tienen diferentes formas o colores. Son muy bromistas y tienen una especialidad, que no gusta demasiado a los profesores: ya que cuando caen en la mesa de un niño, que está en clase, éste pasa la hora jugando con él. Lo que menos les gusta a los Gurilis es caer en el suelo de una casa porque nadie se da cuenta de que están ahí y cuando pasan el aspirador o la escoba, les toca pasarse el resto de sus días encerrados en una bolsa de basura, que no es que tenga la fama de oler bien. Así que, cuando veas que algo se descose, estira de los hilitos que asoman la cabeza para que nazcan los Gurilis.

Marta Muñoz

Mi abuela Paquita, que trabajaba en una fábrica de etiquetas para ropa, estaba cansada de tener que grapar etiquetas a camisas, pantalones, faldas...cuando de repente se le ocurrió colgarlas de un hilo. Esos hilos,los gurilis han ido avanzando al largo de los años.

Ahora son hilos transparentes y delgados pero aun así son fuertes. Me gustaría contaros que hay gurilis malos, son los que se pegan tanto a la ropa que no salen, hay que evitarlos. ¿Sabías que mucha gente mala los parte con las tijeras? Eso los mata.

Así que si veis a mi abuela por la calle, dadle las gracias por ese invento tan magnífico, que pasa tan desapercibido .

Los gurilis, de Martina Cortada.

 

Los gurilis son unos seres finos, como fideos, de diferentes colores y texturas: rubios, morenos, pelirrojos, grises, ondulados, rizados…

 

El otro día en mi casa murieron unos cuantos gurilis. Todo empezó un día mientras me peinaba. Ví en el suelo unos seres mágicos que se movían haciendo ziga-zagas cuando les daba el viento en su mínimo cuerpo. Entonces, desde aquel momento, siempre que los veo por mi casa, los cojo y me los guardo en una cajita dorada que escondo en mi habitación, pero a mi madre no le parece bien esto de guardar pelos en cajitas.

 

Fue así como el otro día, ella empezó a buscar por toda la casa y a barrer el suelo. En sólo tres minutos, en el suelo iba apareciendo una mata de gurilis impresionante. Habían gurilis de diferentes tipos y, todos tal y como eran, me gustaron mucho. Me empecé a volver loca para que mamá no los expulsara del mundo de una forma agresiva, pero ella pasaba de mi. Yo no quería que ella matara a mis amigos y yo seguí luchando para que su vida se prolongara. Pero llegó el día en que la casa estaba saturada de criaturas asombrosas. Entonces llegó el triste momento de despedida definitiva. Fue así como siempre que me encuentro con alguno de ellos lo echo de mi casa al preciso instante. Así me he dado cuenta que sin gurilis vivimos más tranquilas y en paz.

 

Los gurilis, de Mireia Pons. 

 

Es lunes por la mañana, estoy en medio de un examen. Me siento al lado de un mocoso y me estoy estresando mucho.

 

El ruido de las agujas del segundero es muy agobiante. Sólo se mueve hacia delante. Si calculo bien hace unos 3.600 pasos por  hora,impresionante. Esa aguja tan insignificante pero que sin embargo hace tanto ruido. Pienso que éste  podría ser mi gurili. Sus dos mejores amigas son la aguja minutera y la horaria ya que son sus compañeras de trabajo.Su relación es  tensa, ya que mi gurili es el que trabaja mas y las otras son unas autenticas vagas. Pero bueno qué le vamos a hacer no se las puede cambiar, su creador las hizo así.

 

No me salen las preguntas del examen,  mi compañero de al lado me intenta copiar. Veo que la aguja se mueve muy rápido y yo me agobio el triple. Porque sólo quedan cinco minutos, sólo cinco minutos. El tiempo ha pasado volando y no he acabado el examen. Es el momento de entregarlo, estoy muy nerviosa.

 

Los gurilis, de Martí Gimisó. 

 

Paseaba por el parque, volvía a casa después de un largo día de deporte. Empecé  a notar un cosquilleo en la bamba, ¿qué era eso? Era molesto. Me paré en un banco para intentar quitarlo, cuando lo saqué me pregunté porque molestaban a la gente ahí dentro, y cómo habían llegado hasta mi pie. No era la primera vez que me pasaba, tenía curiosidad por saber cómo se llamaban y porqué se dedicaban a meterse dentro de un zapato y empezaban a tambalearse para que me sienta incómodo. Me la volví a poner y seguí mi camino hacia casa  con ganas  de saber su nombre.

 

Al llegar a casa le intenté explicar a mi padre lo que me había pasado, pero no sabía nombrar esos seres que se me habían instalado en la bamba. Al día siguiente, encendí el ordenador para buscar en internet el nombre de esa molesta arenilla  que se te mete en el zapato. No lo encontré pero no me rendí, no tenía más remedio que leerme el diccionario de lengua castellana enterito o inventar algún nombre.

¡Lo encontré!, se llamaban gurilis. Descripción: incómoda arenilla que se cuela y se remueve  dentro del zapato.

 

¡Viva!                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   

 

 

LOS GURILIS

 

Hoy os voy a hablar de los gurilis. Seguro que sentiréis curiosidad por conocer a estos minúsculos seres. Los gurilis son los pequeños pedacitos de papel que quedan al hacer agujeros en un folio. A veces no os fijáis en ellos por lo diminutos que son, pero ellos sí que han reparado en vuestra existencia.

 

Pueden ser de tonalidades diferentes, según de qué humor estén o de qué familia procedan. No se sabe. A veces, incluso por las dos cosas. Nacen y crecen en el interior de una troqueladora corriente. Normalmente, todos se hacen amigos, pero siempre puede haber algún gurili de cartulina que se cree más duro que los otros, o un gurili de foami de purpurina, que se considera más brillante que todos los demás.

 

Son muy sociables, y pueden hacer amistad con infinidad de cosas, como ese chicle solitario que algunos tenemos en la mochila, o esos clips oxidados que aún siguen en el fondo del estuche...

 

No les gusta que sacudáis la máquina donde ellos residen, porque si están teniendo un profundo sueño, los despertáis a la fuerza y se levantan un poco gruñones y malhumordos.

 

Los gurilis sienten curiosidad por saber cómo son vuestras vidas. Así que,

cuando se abre la troqueladora por accidente, ellos aprovechan la oportunidad para refugiarse dentro de vuestras mochilas. Se inicia así un viaje a lo desconocido. Desde el campo de fútbol donde vais a entrenar los lunes por la tarde, hasta en vuestra cocina, husmeando entre el bocadillo que os vais a comer para merendar o en vuestro diario vaso de leche con Cola Cao.

ANNA MICÓ

LOS GURILIS (Berta Cortada)

Mis gurilis no son para nada corrientes, al contrario, son muy pero que muy peculiares. Ya que su corta, pero intensa, vida les da para mucho.

Ellos nacen en cuanto tu borras un dibujo de alguna pizarra de rotuladores, y claro, tu no te das cuenta de que aquella especie de migas que te quedan en la punta de los dedos, o en medio la palma, y te tiñen la piel, siguen su vida, no mueren ahí. Acostumbran a caer al suelo, encima de una mesa e incluso en la basura y de ahí esperan a que una escoba, tu pie, una aspiradora o una rafaga de viento los arrastre hasta un nuevo mundo.

En el caso de que tu pie o una rafaga lo arrastre, se ira paseando por tu casa o clase hasta que se desintegre bajo otro pie o simplemente con el paso del tiempo, pero si por lo contrario, es una escoba o una aspiradora lo que lo arrastra, terminará haciéndose amigo de alguna servilleta usada, una faena mal hecha o de algún garbanzo despistado y luego pues lo mismo de antes, desintegrándose (sí, por si no te habías dado cuenta, todos terminan igual de mal). Esos simpáticos pero molestos seres acostumbran a ser negros con tonos rojizos, azulados o verdes, pero siempre hay el que quiere dar la nota y se viste de tonos rosados o dorados.

También se pueden reproducir en cuanto se parten por la mitad o en mil pedacitos, si se da este caso, está claro que no nacen como hemos dicho antes, pero en fin su vida no cambia mucho por el lugar de donde provienen, ya que no son como nosotros y no tienen razas ni religiones y aunque las tuvieran prácticamente no las podrían poner en práctica ya que no pueden hablar. Socializan a partir de los gestos, tampoco pueden comer, pero no lo necesitan porque su vida no dura más de cinco minutos y por último les cuesta mucho crear grupos ya que apenas se autoidentifican.      

LOS GURILIS (Elies El Kadaoui)

¿ Sabéis  que son los Gurilis?, ¿No? Yo os explicaré como son.

Mas o menos me parece que ya los habréis visto, pero puede que no supierais su nombre.

 

Para empezar, los Gurilis son aquellos trocitos de plastelina que se os queda en las uñas cuando la habéis usado. La mayoría son bastante puñeteros, por eso cuando os los quereis quitar de las uñas y lavaros las manos, no les gusta salir.

A veces nos encontramos Gurilis que son más serenos, otros de pequeños y curiosos, algunos también traviesos  y excepcionalmente nos encontramos Gurilis gorditos que siempre quieren comer, estos se alimentan de la suciedad que tenemos en las uñas, son los feroces de nuestras manos.

Pocas veces nos los encontramos tranquilos para poder quitarnoslos tranquilamente de encima, porque la mayoría del tiempo se lo pasan jugueteando por nuestras uñas.

Suelen aparecer los días de arte, sobretodo cuando usamos la plastelina.

Se van reproduciendo a una velocidad increíble cuando te mojas las manos, por eso siempre es mejor quitartelos tú mismo sin agua y lo más rápido posible, porque si no, aún te cuesta más, porque, se van enganchando a las uñas rapidamente.

Hay Gurilis que viven más tiempo que otros, algunos que se quedan en el suelo del colegio y viven cientos de años, a algunos que la señora de la limpieza los quita con el mocho… Pero lo peor para ellos es caer por la pica y no volver nunca más al mundo mundial. Solo algunos, poquísimos, han podido sobrevivir dentro de la tubería durante años y años… y han vuelto a salir a la luz del día. Estos Gurilis han hecho história en su gurilidad.

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