top of page

A los cuatro vientos, Júlia Bellet

-Pues, eso es todo por hoy, chicos- dijiste.

 

Tus ojos. Dios, tus ojos. Nunca he visto nada más bonito. Y nunca lo veré. Nada importa ya. Tu sonrisa me llevaba a lugares desconocidos. A plazas, mercados, cielos, mares, casas, experiencias, risas, llantos, escuelas.

Me fui de clase. Triste. No te vería hasta mañana. Todos los días, al llegar a clase, me sentaba en mi silla. Y tú, con tu gracia y tu arte nos ibas contando un nuevo teorema. Tu voz me invadía de una sensación de bienestar. Tu taza de café, ya mareada de tantas vueltas, cabalgaba por tu mano, y al fin yacía en tu mesa. Una y otra vez, volvías a repetir la frase que nunca deseaba oír. Ese, ¿cómo era?, ah sí, ese: -esto es todo por hoy. ¿Porqué?

Yo te quería, aquí, conmigo, por siempre. Ahora las cosas han cambiado. Pero nada importa ya. Cuando me siento sola, viajo a esas clases de matemáticas. Y me quedo una buena temporada, ya que es la única cosa que parece tener sentido en mi vida. Nunca he estado en una relación estable. Cuando conozco a alguien, rápidamente la culpa se apodera de mi. Como si te engañara, como si te importase.

Todas las noches recuerdo el día en que te fuiste. Cogiste tus escasas pertenencias, tu café y te dispusiste a partir. Partir no significa dividir una cosa en dos partes, cosa que mi corazón cumplía. Tú partiste, te ibas para no volver.

Descripción de mi misma, Júlia Garcia.

Su rostro apareció de la nada. Su mirada, fue lo primero que me encontré. Sus ojos algo lacrimosos, se escondían debajo de sus espesas cejas.

Su frente bastante ancha, reclamaba ser rescatada de entre una mar de espirales, que deseaban invadirla, las orejas ya habían perdido esa lucha, eran demasiadas.

El color de su piel totalmente blanco, estaba perdiendo el terreno,  ya que sus mejillas hinchadas de un tenue color rojizo, conseguían hacer desaparecer su color habitual.

Unos grandes labios,  con un gesto imponente se encontraban en medio de las dos mejillas. Sus dientes ahora bien colocados no querían ser mostrados.

Si seguias sus cabellos como escaleras de caracol, de un intenso color castaño, pasando por un largo cuello, y la mirabas de arriba abajo, te encontrabas su cuerpo corpulento.

Pero detrás de ese aspecto se encontraba, una chica de 12 años, que parecía alegre, amable y simpática. Algo exigente, però segura de lo que quería.

Y si te fijas atentamente encuentras un poco de estrés entre todos sus pensamientos, un estrés que necesita un pequeño descanso. Sin embargo, hay algo más entre sus pensamientos pero esta vez es una pregunta ¿qué pensarán los demás de ella ? Su modestia también ocupa  su espacio.   

Cada gota que queia del seu cabell era una lletra del seu text. La nit era fosca i el soroll de les cassoles feia que mires mès freqüentment per la finestra.

 

Anna Gafarot.

 

 

El ayer, de Núria Auzmendi


Sonó el despertador y me levanté de la cama. Bajé por las escaleras. Almorcé. Volví a subir para vestirme. Me fui hacia el colegio con la cabeza alta, pensando que hoy sería otro día. Pero el ayer, siendo pasado, siempre está presente. La nostalgia nos persigue en cada momento y actúa cuando ella quiere. Lo peor llega cuando interviene en mis pensamientos y todo se te viene abajo.

Es que no se… d'Adrià Sarri.


En Pep era un nen molt llest però no tenia gaire imaginació. Sino fos per això, sempre treuria excel·lents. Les mestres sempre estaven amoinades per  aquell pobre noi.

Els seus pares, uns rics insoportablement adinerats, estaven aterrorits, a més el seu pare era idealista i la seva mare  era dissenyadora. Ells van fer l’impossible per poder aconseguir  que s’inspirés. El van apuntar a pintar art abstracte, no ho van aconeguir, van provar amb escriptura creativa però el fracàs seguia...

Campamento de verano, de Noa Belmonte

 

Todo empezó un caluroso lunes de verano. Era el dia en el que me iría, 11 días y 10 noches, a mis primeros campamentos de verano.

Me puse la ropa que había preparado para ese día en concreto, y me preparé para ir. Yo estaba muy nerviosa, en realidad no quería ir, pero ya había dicho que sí.  Recuerdo que después, estaba subiendo al autocar y sentandome en primera fila con una de mis pocas amigas. El trayecto no duró mucho, pero a mi pareció larguísimo. Al llegar, bajamos todas las mochilas del autocar y nos fuimos al terreno donde acamparíamos.

 

Yo ya tenía grupo de tienda montado, pero tuve que cambiar. Me tocó con niñas en las que nunca me había fijado. Me tocó con una niña de mi edad, Ana, despreocupada y simpática, siempre era la primera en hablar. Era muy alta, con pelo rubio miel y un acento inglés muy bonito. Otra, Mar, era un año más mayor, pero nos entendimos muy bien, era la más parecida a mí, simpática pero un poco tímida. Tenía el pelo color castaño, y los ojos azules. La otra era María, muy bromista y extrovertida. Con el pelo negro y largo hasta media espalda y la piel muy morena.

 

En realidad no eran unos campamentos de verdad, estábamos al lado de una casa de colonias, donde se alojaban los dos grupos más pequeños del esplai. Pero para mí, ya era suficiente. Por la mañana montamos las tiendas, algo complicado, pero al final lo conseguimos. Por la noche, después de cenar, nos dijeron que le diéramos al “rey” de Begudá, el pueblo de la casa de colonias, los regalos que teníamos que haberle llevado. Yo le di una pulsera hecha de gomitas. Pero lo más divertido fue ver como un niño le daba un bocadillo que no se había comido a la hora del almuerzo. Cuando acabamos nos fuimos a dormir. No sabíamos qué hora era porque no se podía llevar reloj, pero por la oscuridad que había, yo diría que eran las doce de la noche.

 

Nos despertamos con la música del móvil de los monitores. Pero como algunos niños no se despertaron, vinieron ellos a darnos el “buenos días”. Nos vestimos lo más rápido que pudimos y fuimos al cuadrilátero, los tres troncos donde comeríamos y nos encontraríamos todos los días. Desde las tiendas al cuadrilátero, no había nada más que hierba verde y una pequeña carpa, solo para monitores. Pero habían conseguido llenarlo todo de carteles en los que ponía “El rei de Begudà, ha mort”.

 

Nos dijeron que tendríamos que lavar los platos y traer la comida de la casa por grupos que habían creado. por suerte me tocó recoger lo que habíamos tirado, que no era nada. Después nos explicaron que le tocaba al grupo número dos ir a buscar la comida, mientras los otros iríamos a buscar un plato, un vaso, y un cubierto de cada.  

 

El dinero, de Júlia Bellet. 

 

El dinero pesa poco

Huele a gente

Sabe a sal.

 

Aparenta transparente,

pero su opacidad transforma en sombra la poca luz que le llega.

 

El dinero escucha rap, escucha blues, también Vivaldi

Dura un segundo

 

No tiene nombre, tampoco apellido

Está en paro.

 

Se levanta temprano, y espera al alba para abrir la puerta de la razón.

 

El dinero vive en ...

 

Es un matasuegras, una broma y una leyenda urbana que en carnaval se disfraza de realidad.

 

Polvo, arena que se difumina entre tus manos.

Dinero.

 

bottom of page